Al final, la verdad es lo de menos

Por Francisco Olivera |

Hieron llorar a Niembro. Lo cuentan los empleados de las oficinas que Pro tiene en Balcarce y Belgrano. Cosas que tiene el vidrio: ironías de campaña, esas paredes son transparentes. Era el lunes pasado por la mañana cuando, al borde del estrés, el candidato a diputado dijo allí estar dispuesto a renunciar. Trastocaba así a militantes que, cuatro días antes, habían recibido la orden de respaldarlo. Ese lunes, después del almuerzo, Jaime Durán Barba, gurú electoral de Macri, creyó tener todo resuelto. Volvía a su casa y, en la esquina de Alvear y Parera, fue interceptado por una vecina curiosa. «¡Scioli nos va a pasar por arriba! ¿Van a hacer algo?», le preguntó. Doctorado en Derecho y en Historia, licenciado en Filosofía Escolástica y magister en Sociología, el ecuatoriano se confesó en la intemperie: «Esté atenta a las noticias de la noche. Viene una bomba». «¿Renuncia Niembro?», insistió la señora. Santiago Nieto, socio del consultor, asintió con la cabeza.

La bomba no explotó esa noche porque, minutos después, el elecciones-2015-2093377w280periodista volvía a las oficinas dispuesto a «pelearla desde adentro» y nadie quiso contradecirlo. Todo se desencadenó al día siguiente, con la certeza de que el escándalo por los contratos de publicidad no se aplacaba. Con algo de suerte, en realidad, porque el fallo de Tucumán le robó protagonismo a la renuncia. Ése era el consuelo que el miércoles, en el hotel Hilton, durante las Jornadas Internacionales de TV por Cable que inauguró Horacio Rodríguez Larreta, un grupo de ejecutivos les oyó a los macristas. Ya la cadena Fox, que tiene a Niembro como comentarista, le había dado una licencia imaginando un escenario verosímil: durante una transmisión propia en vivo, camporistas irrumpen a escrachar delante de las cámaras. Mejor no arriesgar.

Es cierto que la revelación no sorprendió aquí a ningún empresario, todos ellos curados de espanto por prácticas a las que en general contribuyen. «Qué amateurismo», rezongaron en una constructora. «La actitud de someterse a la investigación debería ser imitada por otros sospechosos», atenuaron en la Unión Industrial Argentina. Nada nuevo: por método, montos y duración, el kirchnerismo encabeza para el establishment el ranking de menor transparencia desde 1983. Hay vicios que la Argentina parece haber incorporado para siempre. Lo terminó de acreditar el miércoles Sergio Massa, otro de los invitados al Hilton, hablando de Niembro: «En una situación así, o lo volás el primer día o lo defendés hasta el final», dijo, y repitió sus encuestas: que Macri acababa de perder 5 puntos hasta ubicarse en 28%, y él, de subir entre 3 y 4 hasta 23%. «Estoy a cinco de un ballottage», concluyó. Al día siguiente, en el mismo lugar, Rodríguez Larreta negó esas cifras, aunque admitió que la denuncia les había frenado la campaña.

El caso Niembro confirma dos presunciones. La más obvia es la capacidad del kirchnerismo para plantear el temario de discusión y encontrar fortaleza allí donde es groseramente débil: la ética. Funcionó una vez más la fórmula que usa con los medios: aunque el Gobierno haya renunciado a un determinado valor -honestidad, independencia, institucionalidad-, se lo exige a aquellos que lo pregonan. «Si es necesario intervendremos la Justicia en Tucumán, mire qué fácil», sorprendió ayer el diputado Kunkel en una sentencia que, en boca de opositores, habría cambiado el eje de la campaña.

La otra inquietud consiste en preguntarse si en la Argentina la transparencia supone realmente un valor. Macri no le pidió la renuncia a Niembro, sino que se la aceptó, y esa prescindencia en cuanto a la iniciativa parece haberlo eximido de señalar al funcionario que autorizó los pagos. ¿Fue afán de rectitud o estrategia de campaña?

Este desapego por el fondo de las cosas sobrevuela la vida política y empresarial. Hace dos martes, en la Comisión Bicameral Investigadora de Instrumentos Bancarios y Financieros, el senador radical Mario Cimadevilla se trenzó en un contrapunto con el diputado oficialista Roberto Feletti, presidente de la comisión. Estaban allí para discutir sobre las cuentas de argentinos en Suiza presuntamente no declaradas, caso en que el Gobierno ha involucrado a los bancos Francés y HSBC y a Cablevisión, entre otras firmas, y Cimadevilla aprovechó para desviar levemente el eje de conversación. «Señor presidente: en la lista de empresas y ciudadanos que tenían cuentas en el HSBC sin declarar en la Argentina hay cuentas a nombre de Bridas, una empresa de los hermanos Bulgheroni. Pedí en otra oportunidad que ellos sean citados a declarar, al igual que ustedes están solicitando que concurran otros titulares de cuentas en el HSBC», empezó, según la transcripción taquigráfica, para adentrarse en otra causa que atañe al Gobierno y que investiga la SEC, Comisión de Valores de Estados Unidos: la renovación de la concesión del yacimiento Cerro Dragón.

«He traído la orden de investigación para que no queden dudas de que esto de la coima no es un invento de Mario Cimadevilla», insistió, y preguntó por qué ese oficio de la SEC estaba «paralizado por la Cancillería». Antes de pedir la citación de los Bulgheroni a ese recinto, agregó: «Corrupción hay en todos los países del mundo, pero, según el ahínco que las autoridades pongan para esclarecer hechos de corrupción, tendremos una calificación u otra». Feletti le pidió que dejara allí la orden de investigación para que constara en actas e intentó darle la palabra al radical formoseño Ricardo Buryaile, pero Cimadevilla interrumpió: «Lo van a citar, ¿verdad? Quiero saber si la comisión lo va a citar o no», preguntó, a lo que Feletti contestó: «Está en el listado». Irónico, el chubutense parecía resuelto a incomodar: «Es decir, estamos tratando de esclarecer un hecho de corrupción y creo que ninguno de los que estamos acá tenemos ánimo de ser encubridores de este tipo de hechos». Feletti empezó entonces a defenderse con un «no, nosotros…», pero fue tapado otra vez: «Por eso mismo -asintió Cimadevilla-. Creo que no va a haber problema y quiero saber si van a ser citados o no». El kirchnerista continuó la frase que había iniciado: «…justamente no hemos encubierto a nadie. Adelante, diputado Buryaile».

Pero Cimadevilla no se callaba: «Bueno, pero que la ley sea pareja para todos». Feletti: «La ley es pareja para todos». Cimadevilla: «Si estamos haciendo un esfuerzo para traer al Grupo Clarín, yo creo que acá, como Clarín, tienen que venir todos los que tienen cuentas». Feletti estaba cansado. «Continúa en el uso de la palabra el señor diputado Buryaile», quiso seguir. Cimadevilla: «Pero, a ver: estoy pidiendo a la comisión que resuelva la citación de los hermanos Bulgheroni». Feletti volvió a redondear: «Se resolverá. No es temario del día de hoy», dijo. «No es el temario, pero no quiero que la cuestión quede abstracta», seguía Cimadevilla. «Respetemos el temario», cortó Feletti. Cimadevilla: «Señor presidente, no es menor la cuestión». Feletti cerró con un «Ya expuso» y le pidió que no fuera «juez y parte». Nadie aflojó durante un buen rato: el kirchnerista pedía «espere un poquito» y el opositor se negaba. «No, no espero -decía–. ¿Por qué a unos tenemos un apremio bárbaro para traerlos y a otros no? ¿Cuál es el compromiso que tienen con los Bulgheroni? ¿Tienen algún compromiso con Bulgheroni para que no venga? ¿No pueden hablar de los Bulgheroni, de Bridas, de las coimas? ¿No pueden hablar?»

Difícil dialogar con objetivos tan divergentes. Cuando es la verdad lo que ha perdido interés, toda discusión es vana.

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