El repliegue K es un nudo gordiano

Por Francisco Olivera |

Es una costumbre del conurbano: empresas de consumo masivo2117789w620 empezaron ya a tomar recaudos ante las clásicas tensiones de diciembre. Preparan canastas navideñas o, como lo definen los punteros políticos, «aguinaldo para todos». La seguridad se paga en la Provincia de Buenos Aires por triple vía: impuestos, agencias privadas y alguna colaboración a comisarías o gendarmes para conseguir rapidez ante imponderables.

Son inquietudes empresariales viejas, pero se aceleraron esta semana con las tomas masivas de terrenos en Merlo. El incidente es anticipo y símbolo de una conclusión más estructural: el peronismo bonaerense suele funcionar como valla de contención allí donde ha fracasado en la gestión. El conurbano es un compendio de mala praxis estatal. Será el primer desafío de la Gobernadora electa, María Eugenia Vidal. No parece casual que su primera y única designación pública haya sido en el Ministerio de Seguridad, donde ubicará a Cristian Ritondo.

A escala nacional, el repliegue territorial peronista podría equipararse a la implosión administrativa que, sea quien fuere el ganador del ballotage, tanto Scioli como Macri proyectan para el kirchnerismo. En menos de un mes, el equipo de Axel Kicillof quedará desmembrado entre universidades, institutos, consultoras o el Congreso incluso si gana el candidato del Frente para la Victoria. Ningún empresario duda de esa retirada que tiene, por otra parte, consecuencias administrativas y políticas.

La más evidente empezó esta semana con los aumentos en los precios de los medicamentos, aplicados bastante por arriba de lo que los laboratorios suelen pactar con el Gobierno. Hace varios días que la Secretaría de Comercio, que conduce Augusto Costa, está paralizada: casi no se recibe a nadie ni se autorizan declaraciones juradas anticipadas de importaciones (DJAI). «Yo voy directamente por la vía de los amparos: no tengo que verles la cara y da resultado», dijeron ayer a este diario en una pyme nacional. Más protocolares, algunas multinacionales postergaron la desobediencia para el día después de las elecciones. «Costa ya no tiene poder de fuego, pero el lunes 23 ni siquiera va a tener derecho», agregó el dueño de un holding nacional.

Con varios aumentos retenidos, habrá que prestar atención a esas dos semanas de jubileo en las que toda suba será adjudicada al Gobierno que se va.

Ambos candidatos afrontan este limbo desde perspectivas diferentes. Macri percibe el replanteo en la estrategia de relacionamiento que muchas corporaciones venían aplicando hasta la primera vuelta. Es un sector con que el líder de Pro tiene todavía recelos. «No fue una buena reunión», había contado en la intimidad hace un par de meses, luego de volver de la casa que Paolo Rocca, líder de Techint, tiene en Martínez. Su convivencia con el grupo siderúrgico venía condicionada por las discusiones que, en el transcurso de este año, tuvo Daniel Chaín, ministro de Desarrollo Urbano porteño, por el avance de las obras del Subte H. A Rocca llegó a molestarle incluso que Macri fuera una vez a verlo acompañado por otras personas.

El candidato de Cambiemos empezó ya recomponer con el establishment. Aunque en algunos casos todo haya sido un malentendido: antes de la primera vuelta, lo que desde el macrismo se llegó a interpretar como preferencia por Scioli fue en realidad apuro empresarial por llevarse bien con quien estaba mejor en las encuestas. Lo explicó un fabricante nacional: «Hasta hace unas semanas, aparecer con Macri en una foto tenía un costo económico para nosotros, porque dependemos de que nos autoricen importaciones o aumentos de precios». Delicias del comercio administrado.

El resultado del 25 de octubre cambió para todos el escenario. Desde entonces, por ejemplo, antes de pensar en los desajustes económicos que podría heredar, Scioli debe prestarle atención al reparto de culpas que empezó en el PJ a partir de la derrota en la provincia de Buenos Aires, donde el kirchnerismo pretendía erigir su fortaleza hasta volver en 2019. Son replanteos internos que no contemplan lealtades: en Aerolíneas Argentinas, bastión de La Cámpora, ya responsabilizan a Aníbal Fernández de la incertidumbre en que cayó el modelo productivo de acumulación con matriz diversificada e inclusión social.

Por primera vez en muchos años, esos pases de factura desafían el verticalismo dictado por la Presidenta, para quien la performance de la primera vuelta se debe todavía a que Scioli «perdió el contacto con la gente» porque «pensó que bastaba con llevarse bien con los medios de comunicación». Es la primera novedad del cambio de ciclo: el Frente para la Victoria no tiene conductor. Cerca de Scioli, mientras tanto, atribuyen todo a los ruidos que el kirchnerismo genera en una campaña que imaginaban más sencilla, porque subestiman a Macri. «Vamos a perder contra nadie», se lamentaba el miércoles un ministro bonaerense. Una característica del fin de cualquier batalla: los entendidos dicen que el momento de mayores bajas sobreviene al final, cuando la tropa que perdió se repliega y desguarnece.

Al próximo Presidente le espera entonces en la Nación el mismo desafío que a Vidal en la Provincia: lidiar con el desmadre de la gestión anterior y, tan relevante en estos tiempos, convencer a la población de que el ajuste será ajeno y previo. ¿Reconocer un problema es haberlo generado? El dilema no es nuevo. Carlos Leyba, Subsecretario de Programación y Coordinación del Palacio de Hacienda durante el tercer gobierno de Perón, ha dedicado su vida a lapidar lo que cree una leyenda económica: la gestión de quien entonces era su jefe, José Ber Gelbard, no fue, como suele decirse, lo que desencadenó el Rodrigazo meses después. En su libro Economía y política en el tercer gobierno de Perón, Leyba plantea que aquel programa sustentado en un acuerdo social necesitaba ser administrado, pero que tuvo la desgracia de toparse con un obstáculo fatal: renunciado Gelbard, cayó durante siete meses en manos de Alfredo Gómez Morales, un ortodoxo que despreciaba la política y las herramientas de su antecesor, y después en las de Celestino Rodrigo, que pagó los costos.

Esta discusión puede ser abstracta en el mundo, pero en la Argentina pone en juego la legitimidad de un gobierno. Cada vez que se discute el presupuesto, Barack Obama recibe de los republicanos críticas por haber tenido «imprudencia fiscal» con un déficit que recibió mayoritariamente de Bush. Aquí, cuando se intente salir del cepo cambiario, ¿será la inflación contenida la responsable de haber generado la devaluación?

Es el problema de los nudos gordianos. Necesitan de osados capaces de sentenciar, como Alejandro Magno en Frigia, que da lo mismo cortar que desatar.

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