Francisco visitó a la sobrina de una de las dos religiosas francesas que fueron víctimas de Astiz


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Se trata de sor Geneviève Jeanningros, que vive en una casa rodante en un parque de diversiones a las afueras de Roma.


 

Visita del Santo Padre al Luna Park de Ostia Lido, 31 de julio de 2024. (Vatican Media)
Francisco se ha encontrado, este miércoles 31 de julio por la tarde, con las comunidades del espectáculo itinerante y del circo y con Sor Geneviève Jeanningros que, con la hermana Anna Amelia, lleva a cabo desde hace más de 50 años una pastoral de cercanía con estas personas, a menudo dejadas de lado.

 

“El Luna Park de Ostia te abraza”. Una pequeña y sutil pancarta blanca, casi perdida entre los diversos engranajes y colores del Raktor, el primer tiovivo -el que te pone boca abajo- a la entrada del parque de Ostia Lido ha dado la bienvenida a Francisco en la tarde de este miércoles 31 de julio. El Papa interrumpió por un día su único mes de “vacaciones” de verano para acudir al histórico parque infantil, a una hora de Roma, y reunirse, como ya había hecho en 2015, con feriantes y trabajadores del circo. Se trata de una comunidad que sufre desde la pandemia del Covid y que a menudo -como han dicho algunos representantes del colectivo- es dejada de lado. El Papa les dio todo su apoyo, pero en particular quiso expresarles personalmente su gratitud “porque hacen sonreír a la gente”. No es poca cosa en tiempos de guerras, crisis y dolor social.

 

El motivo de la visita fue la bendición de una estatua, en el interior del parque, de la “Virgen protectora del espectáculo ambulante y del circo”. Una imagen de escayola de la Virgen (“Necesitamos que la Virgen nos proteja”, dijeron los feriantes) colocada sobre una columna, ante la cual el Papa se detuvo unos instantes a su llegada, haciendo la señal de la cruz.

El abrazo con la hermana Geneviève

El Santo Padre llegó alrededor de las 15:05, bajo un calor de 35 grados, a bordo del Fiat 500 L avanzando entre columpios y coches de choque. El arribo del Pontífice estuvo marcado por el chasquido de dos besos saludados por la Hermana Geneviève Jeanningros.

 

Es ella, perteneciente a la Congregación de las Pequeñas Hermanas de Jesús, que hace 56 años reside en una caravana con la hermana Anna Amelia en una pastoral que abraza el legado de Charles de Foucauld de “ir allí donde a la Iglesia le cuesta ir”, quien organizó la visita. Ella, la “enfant terrible”, como la apodó cariñosamente el Papa, que la ve cada miércoles al final de la Audiencia General, donde la anciana pero audaz religiosa lleva desde hace años a grupos de nómadas, gente del circo y personas LGBT+.

El encuentro en la sala de juegos

“¡Qué gran alegría nos regala!”, comenzó la monja con su acento francés, abrazando al Pontífice. Junto con el párroco de la cercana parroquia Regina Pacis, el padre Giovanni Vincenzo Patané, la hermana Geneviève condujo al Papa a una sala utilizada para fiestas de cumpleaños infantiles.

 

El Obispo de Roma, en silla de ruedas, entró con un atronador aplauso, mientras sus colaboradores sostenían caramelos y rosarios para repartirlos entre los asistentes.

 

Una estatua de Spider Man, una piscina inflable, máquinas tragamonedas, paredes coloreadas y pintadas con personajes de dibujos animados: aquí Jorge Mario Bergoglio, acompañado por Sor Geneviève y Sor Anna Amelia, tomó asiento y disfrutó del momento con este grupo variopinto.

 

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